Al llegar el otoño irremediable
de la vida,
descubrí que esta cuesta un
simple baile.
Irreparable, incoherente destino,
Triste desesperanza para los que
existimos
En este infinito puro de
desilusiones.
¿Qué es la vida si dependemos de
un baile?
La crueldad sembrada en el alma
de los hombres,
Determina el futuro de la
humanidad
Sucumbida en las penurias de un
sistema inhumano.
La soledad atenta contra la
existencia,
Fraccionándose en múltiples
matices,
Cual prisma multicolor del desaliento.
Misaida Córdova.
¿Cuánto cuesta la vida?
He aquí la pregunta que nos hacemos a diario. Una
vida fue apagada por no sucumbir ante las insinuaciones de otra persona; por no
querer salir a bailar. Quien puede saber los motivos de la chica para no salir
a la pista de baile con el joven que le hacia la invitación.
A dónde hemos llegado en este sistema de
antivalores que hemos forjado. Me pregunto, ¿Qué hemos y estamos haciendo para
cultivar el valor principal de debe regir nuestro destino, “la preservación de
la vida”? La misma vida nos da la respuesta: “Nada”.
A donde miremos, descubrimos con horror como los
jóvenes han perdido el instinto natural de autoprotección y el de valorar la
vida de quienes los rodean, no les importa autodestruirse, ni destruir a sus
semejantes. No solo esa destrucción es física, sino moral.
Existe un crecimiento de religiones, sectas y otras
formas de dar refugio al alma; donde sus seguidores buscan consuelo y el perdón
de los “pecados” cometidos y por cometer en su vida.
Pero personalmente, creo que en ninguna parte se
escribió sobre pertenecer o no a una religión determinada, la religión está
dentro de cada uno de nosotros y nuestro comportamiento ante el mundo es lo que
nos acerca a “Dios” o la “Energía” que este representa. Darse golpes de pecho,
realizar cantos, danzas, ceremonias, ir todos los días a la iglesia, rezar u
orar una o mil veces al día no nos hace mejores. Son las acciones las que nos
hacen humanos, nos hacen deslastrarnos de los llamados “pecados”.
Recrearnos en los “Mandamientos” cifrados en la
Biblia, los cuales fueron escritos para controlar a un pueblo sin ley, se puede
decir que hoy más que nunca sigue vigente y es donde realmente debemos poner
atención, practicar sus enseñanzas y ser ejemplo para nuestros hijos. Creando
en ellos un sistema de valores espirituales, humanistas y sobre todo que les
permita llevar un modo de vida equilibrado y positivo.
Las nuevas generaciones vienen con su propia
personalidad y un cúmulo de aprendizajes inmersos en su código genético, ¿vidas
pasadas?, ¡tal vez! No es el punto de discusión en este momento, pero si
sabemos que nuestros niños vienen con su propio modo de conducirse y de
aprender. Más sin embargo, están exentos de valores que son las semillas que se
cultivan dentro del núcleo familiar y es donde debemos aprovechar para sembrar
con amor.
Existen fuerzas que en algunas sociedades se
definen como “pecados capitales” y precisamente son los que están creciendo con
más ímpetu (soberbia,avaricia,ira, lujuria, gula, envidia y pereza) hacer un alto en nuestra vida y darnos cuenta cuál de ellos predomina en nuestra vida y trabajar para mejorar y crecer como persona física y espiritual.
No es cuanto oremos y/o meditemos, a cual religión pertenecemos, ni cuando diezmo entregamos a nuestra iglesia; es el control sobre los sentimientos negativo o “pecados capitales”. Es el conducirnos conforme nos dicten los Mandamientos, que maravillosas oraciones las describen y que mejor ejemplo a seguir para acercarnos un poco más a la LUZ divina y ser cada día MEJOR y MEJOR.
"Que el baile de tu Vida y la de tu Familia, sea una pieza alegre, vibrante, hermosa"
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